Si finalmente nos llega el día de la limpieza masiva de placard empezamos a entender que las prendas tienden al caos, no importa cuantos nos repitamos que vamos a mantener todo ordenado, nunca sirve, que odio las perchas de tintorería y que tengo una capacidad infinita de guardar porquerías (y una aún mayor de tirarlas cuando les llega la fecha). Hoy recién empieza el día dos de tiro-lo-que-no-sirve, pero ya me duele la espalda, las ansias clasificatorias se las llevó el sábado. Solo me queda tremenda montaña de ropa (doblada) y un placard que brilla.
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